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Lilith y el deseo liberado

Ana Lucía Alarcón

Jonathan León 

“Lilith” forma parte del libro de cuentos de Anais Nin: Delta de Venus, el cuento aborda la sexualidad femenina desde el deseo y el placer, contrastados con la relación de pertenencia que puede darse en una pareja de casados en la que se privilegia el placer masculino. Las acciones pueden ser interpretadas desde dos perspectivas en particular: el deseo liberado y la obligación sexual marital. 

Lilith, la protagonista, paradójicamente es descrita como una mujer sexualmente fría y con “explosiones nerviosas” mismas que truncaban la satisfacción de su esposo y la suya. El conflicto del cuento se da porque el esposo le juega una broma haciéndole creer que había reemplazado sus aspirinas por yohimbina un medicamento para aumentar el deseo sexual de manera extrema: “lo que había dado fuerzas a un caballero del siglo XVIII para hacer el amor tres días y tres noches sin parar” (p.58) 

De esta manera Lilith es advertida sobre este medicamento y comienza a visualizar progresivamente la acción de la droga: “No era azúcar lo que te compré y tomaste después de cenar –dijo el marido–. Era yohimbina, un producto que le vuelve a uno apasionado” (p. 56). Esto lleva a pensar que es inducida hacia un efecto placebo, es decir, la reacción fisiológica a partir de una intervención simulada como parte de una terapia médica, lo que produce en el organismo una sensación que afecta hipotéticamente al cuerpo pero que en realidad se induce y actúa de la mano con la psicología. (Lam y Hernández, 2014). 

A raíz de esto, los pensamientos de Lilith se convierten en deseo, pero no para su marido, sino para su amiga Mabel, con quien había acudido previamente al cine; escenario en donde los cabos del deseo atados empiezan a soltarse. Durante el transcurso de la película Lilith es invadida por pensamientos eróticos sobre su amiga, lo que la conduce a pensar que los efectos de la pastilla empiezan a hacer su trabajo: 


En su cabeza había un caos al percatarse de que estaba sentada con las piernas muy separadas y la falda por encima de las rodillas se puso rígida (…) pensó que era una manifestación de su fiebre sexual y acreciente (…) todo parecía conspirar para aquella noche de orgía. Su intuición debía haberlo previsto todo. (p. 56-57) 

En este sentido, las sensaciones incluida esta fiebre sexual son el puente que conecta el pensamiento con el deseo despertado. Así pues, es necesario comprender cómo deviene el deseo, y citando a Lacan: 


El deseo es precisado como marcado, como algo que se presenta como el tormento del hombre (…). El deseo no es algo que podamos considerar como reducido, normalizado, funcionando a través de las exigencias de una suerte de preformación orgánica que nos arrastraría de antemano en la vía y el camino trazado en el cual tendríamos que hacerlo volver a entrar o reconducirlo. (1959, p. 2) 

Entonces, las operaciones mentales de Lilith que se conectan y avivan su curiosidad por sentir y por concretar el deseo hasta ahora oculto, toman forma mediante recuerdos que usan como detonante la corporalidad sensual de Mabel: “En ese momento cerró los ojos y rememoró el cuerpo de Mabel en traje de baño; Mabel, sus senos redondos, a punto de escapar del bañador, sus labios gruesos, su boca sonriente. ¡Qué hermoso sería!” (p.57). El deseo liberado de Lilith rompe la norma heterosexual y evidencia que la supuesta frialdad con la que su esposo describe su cuerpo no existe, la falta de deseo más bien responde a una vida sexual insatisfecha. 

En ese sentido, el deseo por su amiga funciona como un acto doblemente liberador: por un lado, se aleja de la función de esposa cuya obligación es proveer de placer al esposo, y por otro se deslinda del imperativo heterosexual que se refuerza en todas las representaciones de amor y de género. Lo que no significa, necesariamente que Lilith sea lesbiana, porque el deseo no tiene explicación y las tendencias sexuales son mucho más complejas que las etiquetas que se colocan, sobre todo si el personaje no se ha definido como tal. 

Considerando que la relación marital entre Lilith y su esposo no tenía un tinte positivo y de apoyo emocional para los problemas de ella, es posible pensar que Lilith era considerada como un mero objeto dador de placer: 


El amor era una cosa que había que hacer con rapidez, para que él gozara. Para ella era un sacrificio. No participaba de la excitación ni del goce de él, que le resultaban repulsivos. Se sentía como una furcia sin sentimiento que a cambio del amor y la devoción de su marido le arrojaba su cuerpo vacío e insensible. La abrumaba estar tan muerta dentro de su cuerpo. (p.58-59) 

En efecto, la falta de interés en el placer femenino sumado al chantaje sexual fue el detonante para que los movimientos feministas empezaran a criticar y cuestionar este comportamiento del placer sexual masculino. Ante esto, Magela Baudoin reflexiona sobre lo siguiente: “Qué difícil es aceptar que las mujeres deseen. Que muestren sus pensamientos. Que sean consecuentes y firmes con sus ansias” (2019, p.39). Lilith no es excepción, puesto que la frivolidad en la intimidad no viene solo de ella, sino desde las acciones mismas de su cónyuge: “Mi marido nunca me desnuda. Se desnuda él, se mete en la cama, y si me desea me pide que apague la luz.” (p.58) 


En consecuencia, la noción corporal femenina sometida a la dominación del placer sexual masculino, se refleja y reproduce desde el pensamiento y las prácticas sexistas. Además, se plantea que el placer corresponde únicamente a los hombres, y con ello la necesidad de regir y dominar en la conducta sexual femenina. (Hooks, 2017). Sirva de ejemplo el caso de Lilith quien fue inducida psicológicamente a seguir un patrón de comportamiento íntimo, ardiente y desbordado. 


A consecuencia de esto y de la no efectividad del fármaco suministrado, los sentimientos de frustración de la protagonista convergen en el auto reproche, lo que conlleva a que para satisfacer la expectativa de su esposo decide ingerir más píldoras: “Se levantó y fue al cuarto de baño. Tomó el tubito y se tragó unas diez píldoras, pensando: ‘ahora funcionará’” (p. 59), esperando que así surta efecto y encender la chispa, así como pasó en el cine con su acompañante. 


Como se puede evidenciar en la trama del cuento, la yohimbina “falsa” no surtió el efecto sexual esperado, pero sí desencadenó sentimientos de culpabilidad y obsesión en Lilith por conocer más a fondo prácticas que despierten su deseo sexual. Considerando la afectación de la protagonista, Mosher y Cross, (1971) consideran que la culpabilidad en torno a lo sexual, se da como consecuencia de trasgredir las normas de las conductas aceptables en este ámbito. Referenciando el contexto social de la obra se puede decir que las principales conductas que aluden al ámbito sexual de la época en que se escribió el libro, se mantienen bajo el precepto que sostiene Millet (1995):


El coito no se realiza en el vacío; aunque parece constituir en sí una actividad biológica y física se halla tan firme arraigado en la amplia esfera de las relaciones humanas que se convierte en un microcosmo representativo de las actitudes y valores aprobados por la cultura. (p.67) 

De la misma forma, se hallan establecidos los discursos que apoyan este pensamiento, la autora antes citada menciona que: 


El temperamento se desarrolla de acuerdo con ciertos estereotipos característicos de cada categoría sexual (la «masculina» y la «femenina»), basados en las necesidades y valores del grupo dominante y dictados por sus miembros en función de lo que más aprecian en sí mismos y de lo que más les conviene exigir de sus subordinados: la agresividad, la inteligencia, la fuerza y la eficacia, en el macho; la pasividad, la ignorancia, la docilidad, la «virtud» y la inutilidad en la hembra. (Millet, 1995, p.72) 


Teniendo en cuenta que Lilith se encuentra en una situación en donde las riendas de su deseo quieren ser tomadas por su esposo, ella se doblega hacia la responsabilidad de cumplir su deber con él considerando que de no hacerlo este “se reiría de ella y acabaría buscándose a otra mujer más sensible” (p.58) 

Así pues, es posible mencionar que el placer femenino visto desde las prácticas sexuales comunes que se construyen en sistemas patriarcales y heteronormativos que privilegian la sexualidad y el deseo masculinos dan a entender que el coito se constituye como un medio de satisfacción personal para el hombre, por lo que la figura femenina queda relegada a ser un sujeto pasivo y carente de deseo, y en situaciones extremas, puede llegar a ser vista como un objeto sexual. En este sentido el deseo de la mujer se reprime y puede adoptar formas de expresión que rompen la regla heteronormativa impuestas por los sistemas androcéntricos y patriarcales, pero que hoy en día esta posición se ha reivindicado gracias a los movimientos feministas que defienden la libertad sexual de la mujer, no entendida como promiscuidad, sino en la forma de decidir cómo se quiere alcanzar el goce. 

Para finalizar, es posible mencionar que aún se mantienen los discursos o más bien las prácticas de dominación sexual en torno al deseo, mismo que sigue siendo atribuido solo al disfrute masculino. Por otra parte, hay que mencionar que los aspectos en torno al sexo que se desarrollan en este cuento de Anais Nin aún tienen vigencia en la actualidad, pues no resulta extraño que, para avivar la llama carente de deseo, tanto hombres como mujeres ingieren estimulantes como el viagra. Ante todo, en este texto se puede evidenciar cierta autonomía corporal por parte de Lilith, pues a pesar de haber sido inducida bajo el efecto de una droga falsa, su deseo se hizo latente mediante la figuración corporal de Mabel, recalcando que no significa una conducta sexual enfocada al lesbianismo, sino que, al estar su cuerpo reprimido desde la frialdad misma de su esposo en el juego previo al coito, su respuesta no podría adquirir un carácter recíproco.

Bibliografía: 

 

 

 

 


Baudoin, M. (2019). Huevos de serpiente (Colanzai, L, ed pp.33-50). En La desobediencia digital. Dum Dum 


Hooks, B. (2017). El feminismo es para todo el mundo. Traficantes de sueños. 


Lacan, J. (1959). EL DESEO Y SU INTEPRETACIÓN. Siglo Veintiuno editores. 


Lam, R. & Hernández, P. (2014). El placebo y el efecto placebo. Revista Cubana de Hematol, Inmunol y Hemoter, 30 (3), 214-222. http://scielo.sld.cu/pdf/hih/v30n3/hih04314.pdf 


Millet, K. (1995). Política sexual. Cátedra. https://revistaemancipa.org/wp-content/uploads/2017/09/Kate-Millett-Politica-sexual.pdf 


Mosher, D. & Cross, H. (1971). Sex guilt and premarital sexual experience of college students. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 36 (1), 27-32

 
Nin, A. (1983). Delta de Venus. Editorial Bruguera S.A

 

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