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Re – paso sobre la idea medieval del honor a través de la figura del Cid campeador

 

José Miguel Vargas,

Janeth Reyes,

Lenin Medina

Son varias las teorías que se ciernen en torno al Poema de Mio Cid; unos se enfocan en la complicada relación entre ficción e historia que hay en el texto, otros centran su análisis en la figura del protagonista Rodrigo Díaz de Vivar. La figura del protagonista permite esbozar el arquetipo de hombre que se construía discursivamente en la época medieval española. En el Poema de Mio Cid, Rodrigo Díaz de Vivar es retratado como el modelo ejemplar de padre, esposo y ciudadano; todas estas características le confieren la honra de sus allegados y la envidia de otros que, con base en difamaciones lo harán desterrar del reino de España, a partir de este suceso el honor del Cid será puesto a prueba, resultando invicto durante el proceso.

Ahora bien, cabe preguntarse, qué significaba tener honor en la Edad Media y en qué medida Rodrigo Díaz de Vivar es considerado un sujeto de honor según los estándares de la época.

La RAE (2019) define al honor como “gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las acciones heroicas”, en este sentido, puede entenderse que el honor es un atributo que se obtiene y no algo con lo que se nace, sin embargo, la misma RAE también define a este término como heredad o patrimonio.  

Partiremos por encontrar la significancia de la primera definición dentro del Poema de Mio Cid, puesto que exponen varias líneas que enmarcan los atributos dados al protagonista, y para sustentar esta idea, encontramos que, “el rey Rodrigo no fue de linaje de reyes, pero fue rey y reinó” (Catalán, 1995, p. 115). Es así, que dentro del poema cidiano los temas más trascendentes, que se involucran tanto en la estructura de la obra como en los personajes, están vinculados directamente hacia el honor, lealtad y valía, atributos que se demostraban y adquirían en el campo de batalla.  Al observar que estos términos se matizan a lo largo de la trama y que no están aislados, ni tampoco tratados de manera superficial, sino que permanecen estructurados y profundamente abordados en el texto, puede notarse que el honor del Cid no es fruto de una heredad, sino de la demostración constante de su valentía en batalla, donde busca proteger y enaltecer ese derecho que fue afectado por las injurias, y aunque “el honor es un concepto de contenido muy vasto, que afecta a casi todos los comportamientos y situaciones humanas” (Martín, 1991, p.118).  Dentro del poema entendemos que para el Cid es el derecho más afectado: las injurias proferidas por sus enemigos sobre la supuesta retención de parias cobradas al rey moro de Sevilla, abren la brecha que fractura la armoniosa relación entre el rey y el valeroso vasallo. El Cid es afectado por prejuicios que repercuten en el destierro, pérdida del favor de su majestad, sus heredades y bienes materiales.  Por ello, la defensa del honor es el aliciente que impulsa la narración de sus hazañas. En relación con el contexto medieval en el que se sitúa el poema, el honor no solo hace referencia a la virtud, sino también a las posesiones materiales, como las que le fueron quitadas al Cid, razón por la cual se vio obligado a recurrir a prestamistas; además, es una propiedad intangible que era otorgada y quitada por el Rey y que podía ser restituida con base en la entrega de ofrendas como muestra de respeto y obediencia, tal como lo hace el Cid con el rey Alfonso: “Al rey […] que me desterró […] quiero enviarle en don treinta caballos, todos con sus sillas y riendas” (Baeza, p. 41), para con ello, transformar su realidad y recuperar lo que le fue arrebatado. Lo antes mencionado corresponde a dos de las tres categorías en las que se presenta el honor en el poema: el público, dado por el rey y el honor relacionado con posesiones materiales (Larraín, 2014).

Por otra parte, en los estándares medievales, el honor se definía por las buenas o malas acciones que involucraban directamente al rey. Dentro de la sociedad y época a la que se hace alusión, obtener la bendición y el perdón del rey los hacía dignos y hombres de bien, sin embargo, Cid fue más allá de los decretos del rey, su honor giraba en torno a acciones como: compartir con todos sus seguidores; perdonar y enriquecer al que lo desterró; cumplir su  palabra; luchar y defender su nación incluso con la vida; pagar doble por sus deudas; finalmente nunca perder la fe en su Dios. De lado contrario, los infantes de Carrión únicamente pueden presumir de un honor debido a su linaje, su ascendencia familiar justificaría que la unión con las hijas del Cid sea beneficiosa para ambas partes: “los infantes de Carrión, aguzada su codicia por las nuevas de la creciente prosperidad del Cid, platican entre sí y deciden casarse con sus hijas, pensando que ello les dará grandes riquezas y que Mío Cid se tendrá por muy honrado emparentando con un tan alto linaje” (Baeza, p. 75). En este episodio se muestran antivalores como la codicia, envidia, cobardía, mentira y la falta de honor, representados en las mal intencionadas acciones de los infantes de Carrión para con las hijas del Cid; acciones tan perversas que casi les arrebata la vida a estas, al maltratarlas y abandonarlas en medio del bosque. Pero los actos cometidos por los infantes de Carrión no solo empañaron sus propios nombres, sino también la honra del rey Alfonso, dado que fue él quien aconsejó el fracasado matrimonio y como parte del protocolo medieval, ante semejantes actos, el rey enjuicia legalmente a los ofensores para reivindicar el honor del Cid. Por ende, la justica se emparenta con el honor, debido a que este debía recuperarse por medio de desafíos aprobados por cortes, y si el Cid no hubiese obtenido fama y respeto dignos de ser elogiados, nadie hacía justicia por el tema del linaje, por cuanto se puede decir, que el honor en el poema hace también relación a la posición y reputación que la sociedad reconoce.

En definitiva, aunque hemos observado que, en la época medieval española, y sobre todo en el Poema de Mío Cid, el honor está cargado por altas concepciones de linaje, posesiones materiales, relaciones de vasallaje y muestras de valía en las batallas, estos son hechos que no necesariamente dependen el uno del otro, puesto que, se podía perder por malas acciones y traición, también se ganaba por la demostración constante de lealtad y honra hacia el rey. Respecto a esto, vemos el honor como el atributo más preciado que enaltecía al caballero medieval y que estaba en la obligación de defenderlo a toda costa, aunque signifique perder la vida, pues esta opción era preferible antes que ser visto con deshonra.

 

 

 

Bibliografía:

Baeza, R. (1952). El Poema del Cid. Buenos AIRES: Atlántida, S.A.

Catalán, D. (1995). El Mio Cid y su intencionalidad histórica (versión anotada). Oral Tradition and Hispanic Literature: Essays in Honor of Samuel G. Armistead, 15, 111.

Larraín, F (2014). EL HONOR EN EL POEMA DE MÍO CID. Revista de Humanidades, (30),97-108.

Martín, A. P. (1991). La protección del honor y de la fama en el derecho histórico español. In Anales de derecho (Vol. 11, pp. 117-156).

Real Academia Española. (2014). Diccionario de la lengua española (23a ed.)

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