Revisión crítica del canon literario hispanoamericano del siglo XX
Andrea Stephanie Robles
Isaac Joel Mora
El siglo XX marca un período trascendente para la literatura hispanoamericana, los debates alrededor del canon empiezan a cobrar importancia y este se analiza desde diversas perspectivas. Este trabajo propone una revisión del canon de forma crítica, para ello, es necesario responder a algunas interrogantes que nos darán luces sobre la definición y formación del canon, para posteriormente analizar qué voces quedan fuera y los motivos de esta exclusión.
Nazaret Fernández Auzmendi en su texto El canon literario: un debate abierto cita a Eric Sullá, quien define al canon como una lista de obras que se consideran valiosas y por esta razón son dignas de ser estudiadas (Fernández, 2008, pág.63). Fernández también cuestiona la definición de Sullá sobre el canon, ya que es subjetiva «¿quién determina lo valioso de una obra literaria?, ¿en qué reside esa valía? o ¿por qué unas obras son dignas de ser estudiadas y otras no?» (Fernández, 2008, pág. 64). Sobre cómo se forma el canon Paola Formiga nos dice:
Desde los comienzos de la literatura se han confeccionado listas de lo que se considera “correcto” leer, ya sea para pertenecer a la parte de la sociedad “ilustrada” o con fines de establecer el modelo a seguir para convertirse en “buen ciudadano”. (Formiga, 2007, pág. 5)
Sobre quien define el canon, Fernández se aventura a decir que según su interpretación de Sullá, las condiciones que deberían tener quienes decidan la validez de un libro son conocimiento y experiencia en filología y docencia (Fernández, 2008, pág. 64). Pues las obras han de ser estudiadas. Es el lector el que define qué obra es de su preferencia o que obra es relevante, esto implica las influencias que pueda tener de su entorno, de la política, de su trabajo, de la internet y en general de la información que recibe a diario, sin embargo, estas consideraciones no entran en el canon pues se hace necesario definir las obras que son “primordiales” para el lector.
Ahora bien, dadas estas definiciones cabe preguntarse quiénes quedan fuera del canon y quienes pertenecen al mismo y los motivos que producen la inclusión y la exclusión de estos autores. En determinados momentos históricos ciertas expresiones literarias fueron excluidas de aquello que se considera correcto y que debe enseñarse: la literatura afro, las producciones literarias escritas por autores abiertamente homosexuales y la producida por mujeres, no han ingresado al canon. ¿Por qué?
Esta exclusión literaria responde a que durante mucho tiempo el canon ha estado asociado al concepto de nación, o de cultura, los gobiernos han visto la necesidad de imponer un canon en las escuelas que de alguna forma disuelva la heterogeneidad de la sociedad, con un fin de preservación, al respecto Pulido afirma «El canon literario está ligado a una forma de representación de la cultura» (Pulido, 2009, pág.11). En este sentido, el texto literario explica la cultura o lo que en ella es legible, por lo tanto, se vincula directamente con la misma. Por estas razones las minorías (que ya no son tan pequeñas) se manifiestan en contra del canon. «Lo que hacen es rechazar la identidad preestablecida, en su lugar buscan ser reconocidos por su diferencia» (Sullà, 1998, pág. 15).
En el caso de las literaturas disidentes de género, hay que remitirse a cómo era concebido el ser homosexual en América Latina. El llamado, también: la loca, la marica, (Falconí, 2019, pág.12). Sodomita, tribadista, invertido, pervertido (Figari, sf, pág.3). Todos de carácter despectivo. Durante el siglo XX sufrieron hostigamientos, persecuciones, discriminaciones y burlas. Además de la comunidad, las leyes de los gobiernos latinoamericanos también demostraron su repudio a este sector:
El siglo XX, no hará más que profundizar (..) [la] discriminación y burla. Desde la humillación a los 41 en Ciudad de México, de 1901 (las 41 “maricas” presas en una sola noche y sometidas a torturas); los experimentos y estudios antropométricos de los médicos paulistas de la década de 1930; hasta la desaparición sistemática, nunca oficialmente reconocida, de gays argentinos en la truculenta dictadura de 1976-83 (Figari, sf, pág.2).
Los gobiernos han sido vigilantes con la disidencia sexual. Tal es el caso de Cuba, pues se crean leyes como la de la predelincuencia, la ley de extravagancia, con lo que los prejuicios aumentaron. Ley ineludiblemente que afectaba a los homosexuales. En Argentina: «Permitía que los agentes del orden encarcelaran a los homosexuales hasta 30 días acusándolos de ofrecer sexo en vía pública. Una vez detenidos, eran sometidos a tormentos y vejaciones» (Simonetto, 2017, pág. 165). En México, se aprobaba leyes que buscaban mantener las “buenas costumbres” y el “control de la moral” (Simonetto, 2017, pág, 165). Tras esta coerción recibida de los sectores de poder, Luiz Mont manifiesta: «Desprecio social, humillación pública y persecuciones policiales, hacen parte del cotidiano de los homosexuales latinoamericanos de norte a sur, a tal punto que se acostumbra decir que “hay que ser muy macho para ser gay en América Latina”» (Mont, 2005, pág.4). Es así, que se reproduce un rechazo total por lo que tenga que ver con lo homosexual y, por lo tanto, la producción de su literatura también lo es.
«A mediados del siglo XX no había espacio para la literatura gay, pues predominaba la literatura criollista e indigenista con títulos como: Doña Bárbara (1929) de Rómulo Gallego, La vorágine (1924) de José Eustasio de Rivera y Huasipungo (1934)» (Liano, 2013, pág.6). Posteriormente, llegaría la época del Boom, donde los autores como; Cortázar, Márquez, Vargas Llosa y Rulfo brillarían. Gracias a la editorial Seix Barral¸ la literatura de estos autores se hizo conocer en el mundo. Y así, se formaría un canon marcado por lo real maravilloso, la fantasía y la ficción.
Manuel Puig fue uno de los escritores que fue excluido de este círculo, primeramente, porque sostenía que sus modelos de inspiración provenían del cine (Vidal, 2013, pág.43). Además, su dirección temática era distinta a lo que se hacía durante los años del Boom, Vidal manifiesta que: «Puso la banalidad y el chisme en primer plano, dio algunos tímidos pasos hacia la interdisciplinariedad artística y retorció las categorías de estilo, narrador y originalidad […], la cursilería o el uso de la cultura de masas» (Vidal, 2013, pág.21). Pero no solo fue el alejamiento a lo establecido de los años 60’ y 70’ lo que demostró su rechazo. Autores como Mario Vargas Llosa manifestó sobre la obra de Puig: «literatura liviana, ligera, risueña, que renuncia a todo otro propósito que del divertir» (Villegas, 2000, pág.28). Borges sostenía que el libro Boquitas Pintadas, era un libro de maquillaje, mientras que Cortázar señalaba a Puig como «lector femenino» (Vidal, 2013, pág.45). Así, podemos evidenciar el rechazo literario, marcado por la discriminación, la misoginia y la homofobia.
Esta literatura no podía formar parte del canon, porque no era aceptada, los gobiernos no estaban dispuestos a apoyar que estos textos se difundan ya que no seguían las características de un “buen libro”.
La literatura afrodescendiente también ha sido relegada del canon, considerada tan solo como efecto del folklore y no literatura como tal, esta situación es un efecto directo del racismo que con el pasar del tiempo sigue vigente en las sociedades. Taguieff (1997) menciona sobre el racismo: «[...]es concebido como ideología, desde ella se justifica la desigualdad social, reduce la esencia social de los hombres y mujeres a sus rasgos biológicos y los divide en seres inferiores y superiores». (Citado en Montero, 2009). En América Latina y desde esta visión que segrega a la comunidad afro vemos que «Una larga tradición y exotización, folklorización y estereotipia han dejado estas prácticas discursivas y artísticas subalternizadas y marginadas con respecto a la academia» (Maglia, Rocha, Duchesne, 2015, pág. 46).
La cultura afro ha tenido que saltear muchas barreras para siquiera tener un corpus literario que los represente. En primera instancia, fueron esclavizados, no sabían leer ni escribir, no se les permitía aprender, a tal punto que llegó a ser penado el hecho de enseñar al colectivo afro. Douglas, citado en Davis dice «el conocimiento hace a un joven inservible como esclavo» (Davis, 1981, pág. 106). Este era el pensamiento de la comunidad afro luego de su emancipación, ellos querían ser inservibles para ser esclavos, ansiaban aprender, tenían mucha fe en el conocimiento. La literatura afro queda fuera del canon porque no pertenece al discurso hegemónico, porque no es parte de la noción homogénea de nación que se intenta crear a través de esta recopilación de obras selectas. En consecuencia, son pocos los registros de publicaciones de la cultura afro en América Latina.
«La literatura de minorías presentaría una dualidad en su esencia, por un lado, buscan afirmar sus propias características culturales, pero sin enfrentarse a otros grupos, sino interactuando con la(s) otra(s) cultura(s)» (Formiga, 2007, pág. 1). En este sentido, y en concordancia con la literatura afrodescendiente, observamos que su objetivo primordial es la reivindicación de la cultura propia y el reconocimiento por ello.
Ahora bien, la mujer en la cultura afro es en gran parte responsable de la lucha contra el analfabetismo, por ejemplo, en Estados Unidos
Las mujeres negras jugaron un papel indispensable en la creación de esta nueva fuerza. La historia de la lucha de las mujeres por la educación en Estados Unidos alcanzó un auténtico hito cuando las mujeres negras y blancas dirigieron juntas la batalla contra en el analfabetismo en el Sur. (Davis, 1981, pág. 114).
En América latina, la mujer ha estado invisibilizada en varios sentidos, y cuando nos referimos a una mujer negra este estigma se hace más fuerte, Lucía Charún Illescas, una afrodescendiente peruana dice sobre su identidad:
Mi identidad de afrodescendiente, cimentada en un andamiaje histórico y sociocultural, fue construida por ideologías y filosofías racistas, razonamientos seudobiológicos, pensamientos eurocéntricos, instrumentos para una continuación/consolidación política de índole poscolonizadora. En la gestación de la república, el elemento afro/ afrodescendiente resulta omitido o está diluido en términos de «mestizaje». Y es de muy mal gusto hablar sobre ello en una sociedad que considera al racismo institucionalizado solamente como una costumbre de difícil erradicación, pero sin graves consecuencias (Charún, 2009, pág. 24).
La mujer ha sido desplazada durante mucho tiempo, limitada a las tareas del hogar y excluida de los círculos sociales intelectuales «[...]escritoras han sido tradicionalmente percibidas como románticas, naturalistas, positivistas, encadenadas al eslabón de productoras de una literatura “menor” o “secundaria”, de acuerdo con la definición que para este tipo de literatura proponen Delueze y Guattari» (Aranmgo-Kerth s/f. pág. 283). En este sentido ha sido muy difícil la publicación de literatura escrita por mujeres, los escritos femeninos están desvalorizados.
El canon está conformado por lo que se considera apto para que la población lea, lo que “se debe leer “sin embargo, es un constructo que está en constante actualización, abierto a cambios. La literatura de minorías, excluida, responde a los prejuicios sociales que se arraigan limitando al canon a lo que cierto grupo selecto, de acuerdo a sus conveniencias, le interesa transmitir. El canon literario es importante, pues en él se puede legitimar una forma de pensar y de concebir la realidad. Es así, que se debe prestar atención a los cambios que tenga a lo largo de su configuración. Los cuestionamientos provienen de la literatura de minorías, por ello el canon está abierto a nuevos análisis.
Referencias
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Charún Illescas, L. (2009). “Afrohistóricas”. Detrás de la memoria. Apuntes y perspectivas de la mujer afrodescendiente en Latinoamérica. En Silvia Beatriz García Savino Mariana Enghel (Eds.), Las mujeres afrodescendientes y la cultura latinoamericana: identidad y desarrollo. (pp. 24-26). Uruguay: Proyecto Regional
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