Falsa inocencia: los ángeles de la muerte de Silvina Ocampo
Nathaly Morocho
Jhunior Ordoñez
Doménica Salazar
En la vasta obra literaria de Silvina Ocampo; algunos de sus cuentos se destacan al explorar la dualidad de la inocencia y la crueldad en los personajes femeninos. La autora argentina teje narrativas que, en apariencia, transcurren en mundos inocentes, pero al examinarlas de cerca revelan complejidades psicológicas y morales fascinantes. Estas representaciones se evidencian en relatos como “Mimoso” y “La boda”. El primero, presenta a Mercedes; cuya decisión de embalsamar a su perro para tenerlo presente parece inocente, pero desencadena una serie de eventos que culminan en un crimen, lo que marca la dualidad entre la inocencia percibida y la crueldad de la que es capaz el personaje. Por otra parte, la historia “La boda” es narrada por Gabriela, una niña que protagoniza este relato junto a Roberta, su casi adulta amiga, y Arminda, la prima de Roberta y conocida de Gabriela. La trama se enfoca en los preparativos del matrimonio de Arminda, destacando especialmente la elaboración del peinado de la novia. Sin embargo, un inesperado incidente ocurre cuando Gabriela coloca una araña en el peinado de Arminda. Este suceso desencadena la muerte de Arminda, por la cual Gabriela se siente profundamente culpable. La narración explora la compleja relación entre las protagonistas, así como las consecuencias devastadoras de un juego aparentemente inocente. Ambos relatos convergen en explorar la complejidad de personajes femeninos que conjugan la infantilidad, la frivolidad y el sentimentalismo con la capacidad inadvertida de cometer un crimen.
Con base en lo anterior, se puede establecer que la aparente inocencia de los personajes femeninos en los cuentos de Ocampo actúa como un velo que encubre la crueldad intrínseca de sus acciones, cuestionando las nociones tradicionales de bondad e inocencia asociadas con estos personajes, y como la falta de claridad respecto a las intenciones de las mismas genera una ambigüedad sobre las repercusiones de sus acciones.
Silvina Ocampo, en sus cuentos "La boda" y "Mimoso", sumerge al lector en una intrigante inocencia, desafiando convenciones literarias y explorando una variante única de personajes femeninos. Es crucial destacar que en estos relatos las mujeres, según Izaguirre Fernández (2017), “no siguen lo que les viene impuesto, sino que [...] se dejan arrastrar por pulsiones sexuales o amorosas, dejándose llevar por sus deseos, racionales o irracionales y sin ningún límite moral o legal” (p. 145). Mayoritariamente estos personajes se encuentran orientados a un cruel destino, guiados a una atracción hacia la fatalidad, el dolor, la muerte y el mal.
En primer lugar, en el cuento "La boda", los personajes Arminda, Roberta y Gabriela (la narradora) forman un entramado de relaciones debido a su cercanía. Desde el principio, la trama insinúa la naturaleza de la amistad entre Gabriela y Roberta, la cual está marcada por un vínculo de manipulación. Gabriela, exhibe una devoción hacia Roberta, su amiga mayor, evidenciando una necesidad de validación y de ser aceptada en el mundo adulto del cual quiere formar parte.
Que una muchacha de la edad de Roberta se fijara en mí, saliera a pasear conmigo, me hiciera confidencias, era una dicha que ninguna de mis amigas tenía. Me dominaba y yo la quería no porque me comprara bombones o bolitas de vidrio o lápices de colores, sino porque me hablaba a veces como si yo fuera grande y a veces como si ella y yo fuéramos chicas de siete años. (Ocampo, 1999, p. 160)
Gabriela es presentada como una niña inocente que busca parecer adulta y encajar en el mundo de los mayores. Su admiración y devoción hacia Roberta, expresadas en la frase “Me dominaba y yo la quería", resaltan esta inocencia infantil, mostrando cómo Gabriela está dispuesta a hacer todo para complacer a su amiga mayor. Esta frase también expresa la relación desequilibrada en la que Gabriela se siente subordinada a Roberta, evidenciando la dependencia emocional que siente hacia ella. Aunque Gabriela reconoce que Roberta la domina, también expresa su afecto hacia ella, lo que ilustra la complejidad de sus sentimientos y la profundidad de su conexión. Además, el hecho de que Roberta trate a Gabriela alternativamente como una adulta y como una niña enfatiza cómo manipula sus percepciones y comportamientos, ejerciendo así un poder sobre ella.
Sin embargo, entre las líneas de esta narrativa, encontramos destellos de compasión y esperanza que nos muestran una faceta más profunda del carácter de Roberta. Un momento revelador ocurre cuando ella y Gabriela se encuentran en el patio durante una tormenta, y una araña parece observarlas desde la enredadera. En lugar de eliminarla, Roberta detiene a Gabriela, y en un acto que sorprende por su delicadeza, le explica que, según una señora francesa, la araña representa la esperanza durante la noche:
–Es la esperanza. Una señora francesa me contó una vez que la araña por la noche es esperanza.
–Entonces, si es esperanza, vamos a guardarla en una cajita –le dije.
Como una sonámbula porque estaba cansada y es muy buena, Roberta fue a su cuarto para buscar una cajita.
–Ten cuidado. Son ponzoñosas –me dijo.
–¿Y si me pica?
–Las arañas son como las personas: pican para defenderse. Si no les haces daño, no te harán a ti.
Puse la cajita abierta frente a la araña, que de un salto se metió adentro. Después cerré la tapa, que perforé con un alfiler. (Ocampo, 1999, p. 161)
El gesto de Roberta hacia la araña, explicando su simbolismo esperanzador y la preocupación de Gabriela por el peligro venenoso, reflejan la inocencia y la bondad de ambos personajes, así como la relación de confianza y complicidad que han formado.
De igual manera, en "Mimoso", Silvina Ocampo sumerge a los lectores en un relato que va más allá de la aparente ternura de Mercedes hacia su perro agonizante. Desde el inicio del relato, la voz narrativa expone la estrecha relación entre Mercedes y Mimoso, como se presenta en el siguiente enunciado: “Desde hacía cinco días Mimoso agonizaba. Mercedes con una cucharita le daba leche, jugo de frutas y té” (Ocampo, 1999, p. 120). Evidentemente, el canino es más que una mascota; el tratamiento que Mercedes le da humaniza al perro. De esta manera Mimoso es tratado como el hijo que Mercedes nunca llegó a concebir con su pareja.
Según la teoría clásica, el apego describe un vínculo emocional duradero y profundo entre dos personas que se caracteriza por que los individuos involucrados sienten cierta seguridad cuando están juntos (Cuiñas et al., 2022), entonces, las personas pueden desarrollar diferentes formas de apego, en el caso de Mercedes este apego se caracteriza por la necesidad de mantener al perro cerca para sentir confort emocional a pesar de que Mimoso esté muerto, de ahí la poco ortodoxa decisión de embalsamarlo. Una vez en casa:
Mercedes se sentó frente a él para mirarlo: ese perro muerto la acompañaría como la había acompañado el mismo perro vivo, la defendería de los ladrones y de la soledad. Le acarició la cabeza con la punta de los dedos y cuando creyó que el marido no la miraba, le dio un beso furtivo. (Ocampo, 1999, p. 122)
Como es evidente en la cita, el embalsamamiento de Mimoso responde a una necesidad emocional de la protagonista, quien ve en el perro embalsamado una fuente de protección y afecto. Además, Mercedes acaricia y besa al perro, lo que nos habla de su capacidad afectiva. Así la inocencia de la protagonista se teje al mostrarla como alguien afectiva, emocional y que necesita sentirse protegida. Todo ello impide ver en Mercedes una fuente de peligro.
En segundo lugar, el fascinante panorama de las creaciones de Silvina Ocampo, la crueldad se erige como una fuerza omnipresente que no conoce límites, y todos los personajes, de manera singular, se convierten en agentes de tormento sin distinción de sexo, edad o relación compartida. No existe un rincón inmune a la posibilidad de la crueldad; cada figura, es capaz de ejercer un poder sutil o evidente sobre sus víctimas. Esta característica distintiva se refleja en la cita. El embalsamamiento de Mimoso responde a una necesidad emocional de la protagonista, quien ve en el perro embalsamado una fuente de protección y afecto. Además, Mercedes acaricia y besa al perro, lo que nos habla de su capacidad afectiva. Así la inocencia de la protagonista se teje al mostrarla como alguien afectiva, emocional y que necesita sentirse protegida. Todo ello impide ver en Mercedes una fuente de peligro.
Bajo esta premisa, es importante recordar que la relación entre Roberta y la narradora se desarrolla en un entorno donde la manipulación y la influencia son temas prominentes. La narradora admira y sigue a Roberta de manera casi ciega, obedeciéndola sin cuestionar sus acciones. Adicional a ello, a medida que avanza la historia, la rivalidad entre Roberta y Arminda se evidencia.
Arminda López era vecina mía y Roberta Carma vivía en la casa de enfrente. Arminda López y Roberta Carma se querían como primas que eran, pero a veces se hablaban con acritud: todo surgía por las conversaciones de vestidos o de ropa interior o de peinados o de novios que tenían. (Ocampo, 1999, p.160)
A través de los ojos y el oído de Gabriela, somos transportados al corazón de las tensiones que surgen entre las primas, revelando una compleja red de resentimientos y desafíos enmascarados bajo una aparente cordialidad familiar. La confianza que Roberta deposita en Gabriela al compartir sus sentimientos subraya aún más el conflicto latente que se desarrolla entre las primas. En este sentido, la narradora emerge como un observador perspicaz y silencioso, quien, a través de su complicidad con Roberta, nos ofrece una visión íntima de la dinámica de poder y rivalidad que caracteriza su relación con Arminda.
Roberta me llevaba a pasear en tranvía hasta la confitería Oriental. Ahí tomábamos chocolate con vainillas y algún muchacho se acercaba para conversar con ella. De vuelta en el tranvía me decía que Arminda tenía más suerte que ella, porque a los veinte años las mujeres tenían que enamorarse o tirarse al río. (Ocampo, 1999, p. 161)
La percepción de Roberta de que Arminda tiene más suerte intensifica esta rivalidad, creando un conflicto subyacente que se manifiesta en sus interacciones cotidianas.
La escalada de crueldad alcanza su punto álgido luego de que la araña es atrapada en la caja. La niña lleva la caja consigo, incluso en la peluquería, donde secretamente la introduce en el elaborado rodete de la novia
–¿Pongo la araña adentro? – interrogué mostrándole el rodete.
El ruido del secador eléctrico seguramente no dejaba oír mi voz. No me respondió, pero inclinó la cabeza como si asintiera. Abrí la caja, la volqué en el interior del rodete, donde cayó la araña. (Ocampo, 1999, p.162)
La aprobación de Roberta es bastante ambigua, por un lado, la voz narrativa dice que “seguramente no oyó”, pero no lo afirma completamente; luego, matiza el asentimiento con la frase “como si”. De este modo, la protagonista señala indirectamente una posible responsabilidad de Roberta en el crimen, al mismo tiempo que sus acciones se narran cómo el producto de un mal entendido. Ahora bien, ambas están conscientes de la naturaleza ponzoñosa de la araña y Roberta permite que Gabriela lleve a cabo su plan, de ahí que al salir de la peluquería le pida que nunca hablen de lo que pasó. Esta complicidad sutil pero significativa entre las dos amplifica aún más la oscuridad subyacente en su relación. Posteriormente, la tragedia alcanza su cúspide con la muerte repentina y misteriosa de Arminda entrando en la iglesia.
Asimismo, en “Mimoso”, la inocencia de la protagonista se desdibuja, al principio con sutiles guiños, luego con una venganza más explícita. Así, la voz narrativa enfatiza en detalles que nos llevan a reconocer que lo que inicialmente surge como un capricho aparentemente inocente en realidad se trata de un deseo obsesivo que no guarda ninguna preocupación por Mimoso:
Mercedes llamó por teléfono al embalsamador, dio la altura y el largo del perro y pidió los precios. Embalsamarlo iba a costar casi un mes de sueldo. Cortó la comunicación y pensó llevarlo inmediatamente para que no se estropeara demasiado. Al mirarse en el espejo vio que sus ojos estaban muy hinchados por el llanto y decidió esperar la muerte de Mimoso. (Ocampo, 1999, p. 120)
La solicitud de precios al embalsamador y la espera anticipada de la muerte de Mimoso reflejan un giro gradual pero significativo en la actitud de la protagonista. Este cambio sutil pero impactante destaca la manera en que la necesidad egoísta de Mercedes se impone sobre cualquier consideración ética o compasiva, mostrando cómo la inocencia desaparece ante la influencia de la obsesión y la autocomplacencia. Esto se refuerza más adelante, pues una vez que el perro embalsamado está en casa la voz narrativa menciona: “Mercedes era más feliz con el perro embalsamado que con el perro vivo” (Ocampo, 1999, p. 122). Este pasaje ejemplifica cómo la relación de Mercedes con su mascota se torna en una búsqueda egoísta de conveniencia, evidenciando la pérdida de empatía y el deterioro de su sentido de responsabilidad hacia Mimoso.
Esta transformación no pasa desapercibida para la sociedad, que comienza a criticar abiertamente la decisión de Mercedes de embalsamar a su perro. Incluso su esposo, hastiado de la situación, decide tomar medidas drásticas y destruye al perro embalsamado, rompiéndolo en partes. Este acto finaliza con un símbolo palpable del deterioro moral de Mercedes y el rechazo social hacia sus acciones egoístas y carentes de compasión.
El marido de Mercedes tembló de indignación: el fuego ardía en la cocina menos que en su corazón. Tomó al perro sobre sus rodillas, lo quebró en varias partes como si fuese una rama seca y lo arrojó al horno que estaba abierto. (Ocampo, 1999, o.122)
Después del acto de destrucción del perro embalsamado por parte del esposo de Mercedes, la trama da un giro aún más oscuro cuando Mercedes, motivada por la indignación y el deseo de venganza, decide llevar a cabo un plan maquiavélico contra el "tenedor de libros", a quien considera responsable de difundir las críticas hacia ella. Decidida a castigarlo por su supuesta implicación en la condena social que enfrenta, Mercedes elabora un macabro plan. Aprovechando la visita del "tenedor de libros" a su casa para cenar, Mercedes hornea carne del perro embalsamado junto con la carne de tira para el asado, envenenando al hombre.
–Tendremos que llamar al peluquero –dijo el invitado, viendo la carne con cuero donde asomaban algunos pelos y, riendo a carcajadas, con una risa contagiosa, preguntó–: ¿La carne con cuero se come con salsa?
–Es una novedad –contestó Mercedes.
El invitado se sirvió de la fuente, chupó un pedazo de cuero untado con salsa, lo mascó y cayó muerto.
–Mimoso todavía me defiende –dijo Mercedes, recogiendo los platos y secando sus lágrimas, pues lloraba cuando reía. (Ocampo, 1999, p. 123)
Este acto retorcido y fatal pone de manifiesto la completa pérdida de empatía y moralidad en Mercedes, quien, consumida por la rabia y la obsesión, se convierte en una figura cada vez más sombría y despiadada en la narrativa de Silvina Ocampo.
En tercer lugar, surge una interesante incertidumbre en lo que respecta a cómo las mujeres ocampianas asumen la carga y la percepción de sus propios actos crueles, así como las repercusiones que estas acciones generan tanto para ellas como para los personajes con quienes interactúan. En línea con la perspectiva de Suarez Hernán (2013), se observa una persistente ambigüedad en cuanto a la responsabilidad y la conciencia de las actuantes con respecto a sus acciones crueles, un aspecto que se entrelaza magistralmente en la narrativa de Ocampo manifestándose como un hilo sutil pero inquietante que teje la trama de sus cuentos.
Un ejemplo claro de esta ambigüedad se encuentra en el desenlace del cuento “Mimoso”. La narración concluye subrayando la acción de Mercedes al recoger los platos, lo cual amplifica la insustancialidad de la muerte del tenedor de libros. Además, la frase "Mimoso todavía me defiende" (Ocampo, 1999, p.123) pronunciada por Mercedes sugiere que la protagonista traslada la responsabilidad de sus actos al perro embalsamado. Esta declaración también plantea la posibilidad de que Mercedes se sienta vulnerable o insegura, buscando refugio en la figura de Mimoso, incluso después de cometer un acto tan atroz como el asesinato de aquel hombre.
Del mismo modo, en el cuento “La boda” se presenta un final incierto, ya que la narrativa no revela de manera explícita la causa de la muerte de Arminda, tampoco proporciona indicios significativos sobre si la niña, Gabriela, comprende las consecuencias fatales de sus acciones. Además, si desplazamos el punto de vista de la narradora a Roberta, surge la pregunta sobre si ella tiene alguna responsabilidad en el evento, ya que, aunque no ejecuta el acto, puede tener cierta influencia en él. Tampoco es claro para el lector si Gabriela tenía la intención de causar daño o si Roberta le hace un gesto con esa intención, tal como se evidencia en el relato con la frase “No me respondió, pero inclinó la cabeza como si asintiera” (Ocampo, 1999, p.162). Esta falta de claridad contribuye a la ambigüedad del relato. Por otra parte, la confesión de Gabriela no sirve, porque es una niña y el arma homicida es una araña, de modo que los adultos no pueden considerarla culpable, como señala el pasaje: “Nadie jamás me creyó. Roberta me tomó antipatía, creo que le inspiré repulsión y jamás volvió a salir conmigo." (Ocampo, 1999, p. 162). La pérdida de la amistad con Roberta después de la muerte de Arminda añade otra capa de complejidad a la situación de Gabriela y sus acciones, sugiriendo un impacto significativo en su vida social y emocional. En cambio, la actitud de Roberta, siendo casi adulta, es interpretada de manera menos benevolente. La pasividad y el silencio de Roberta hasta el final del relato pueden sugerir una complicidad o incluso un plan maquiavélico.
Concluyendo, la obra de Silvina Ocampo, a través de relatos como “La boda” y “Mimoso”, ofrece una perspectiva intrigante sobre la complejidad moral de sus personajes femeninos. Estos cuentos desafían las percepciones convencionales de la feminidad al revelar la crueldad intrínseca detrás de la aparente inocencia de sus protagonistas. Además, resulta curioso que, aunque estas mujeres cometen asesinatos las consecuencias que enfrentan son, en última instancia, más personales y sociales que legales. Esto subraya la habilidad de Ocampo para desafiar las convenciones narrativas y sumergir al lector en un mundo de ambigüedad moral, donde la frivolidad y afectividad que se consideran propias del orden femenino actúan en complicidad con la habilidad para cometer delitos sin asumir toda la responsabilidad.
Referencias
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Fuentes Cuiñas, et al (2022). PANKs y PETS: Un apego casi maternal. Revista de psicología (Santiago), 31(2), 23-32. https://dx.doi.org/10.5354/071 9-0581.2022.69225
Izaguirre, B. (2017). La obra narrativa de Silvina Ocampo en su contexto: Confluencias y divergencias con una época. [Tesis doctoral, Universidad de Sevilla]
Falconí, D. (2018). Inflexión marica. Quito, Ecuador: Editorial Turbina.
Ocampo, S. (1999). Cuentos completos I, Buenos Aires: Emecé Editores, 2015. https://airenuestro.files.wordpe ss.com/2015/01/cuentos_1.pdf
Segovia, J. (2009). Niños criminales. Razón y fe Vol. 260 Núm. 1331 Pág. 151-160. https://revistas.comillas.edu/in dex.php/razonyfe/article/view/ 10331/9729
Formiga, PÁG. (2007). La literatura chicana y la disonancia desde el canon Un análisis a través de The House on Mango Street. Recuperado de: https://www.academia.edu/11720446/La_literatura_chicana_y_la_disonancia_desde_el_canon
Suarez Hernán, C. (2013). El tratamiento subversivo de los estereotipos de género y edad en la obra de Silvina Ocampo/The subversive treatment of the stereotypes of gender and age in Silvina Ocampo's work. In Anales de Literatura Hispanoamericana (Vol. 42, pp. 367-378). Universidad Complutense de Madrid, Servicio de Publicaciones. https://dialnet.unirioja.es/servl et/articulo?codigo=4635151