Sombrero
Milena Valdés
Parecerá una historia difícil de creer cuando el brillo de la luna se casa con el asfalto recién mojado. Parecerá una vieja predicción para esa chica de cabello oscuro a quien su madre no la dejaba ir pero, su padre le obsequió su sombrero para que se fuera. Nada malo podrá pasarle se ha llevado el sombrero de su padre. ¿Qué pasó con su sonrisa de niña caprichosa que creyendo tocar la guitarra aprendió a fumar diamantes mientras cantaba una canción sobre un río que fabricaba sueños y destruía corazones? Desayunaba tinta en un restaurante de papel y le es difícil de ignorar esa supernova de cafeína que perdió en un sueño. Su viejo amigo no está en ninguna parte, ¿tendrá su orgullo algo para él? Su abigarrado amigo sólo puede presumir que su abuelo es ahora un cráneo que protagoniza el soliloquio de un príncipe llorón.
Se levanta el telón para anunciar que la comedia no tendrá final, ha hecho reír como también ha hecho llorar. Los caballeros sólo tienen gargajos para responder a la obra y las damas una sonrisa momentánea. El abuelo de ella rompió más camisas de fuerza en sus días de gloria de los que éstos viejos jamás tendrán, pero la chica del sombrero sabe que no se puede hablar de zapatos que nunca fueron suyos.
El maestro de ceremonia compuso una canción que los payasos no podrán cantar, y la mujer ilustrada tendrá un romance con su vodka y platicará de la vida que no podrá tener. Ángeles de plomo golpeaban la cabeza del comediante equivocado, el acordeonista dibujó una sonrisa de ceniza en la puerta de su novia antes de irse a la guerra: si ella no disfruta de la obra que mejor vuelva a casa.