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Conflicto

Deysi Alvarado

Gris, gris, gris
Hoy es uno de esos días en los que el color del cielo coincide con el color de este cuarto.
— Otra vez soñando despierta. 
— Claro que no, sólo observo. 
— ¿La nada? 
Sonrío. Así disimulo cuanto me molesta que mi compañera de habitación logre leer mis pensamientos. No puedo ocultarle nada… 
— ¿Qué día es hoy? 
Otra vez esa pregunta y otra vez no tengo respuesta. Le temo porque me recuerda que hay un afuera, entonces, en el fondo de mi mente se forma otra: ¿el mundo aún nos recuerda? Quisiera saber si aún tenemos un espacio en esa loca selva llamada sociedad.
— Cuando salga voy a hacerme un tatuaje — dice de la nada.
— ¿Serás lo suficientemente valiente como para soportar el dolor de la aguja? 
— Tendré que averiguarlo. ¿Qué harás tú? 
— Buscaré un empleo. 
— ¿Sólo eso? 
— No sé qué más quieres que haga. 
— Estamos hablando de salir al mundo, de poder cumplir nuestros sueños y hacer que cada segundo de nuestra vida valga la pena, y tú sólo quieres buscar un empleo.  
Ni siquiera se molesta en ocultar la burla en su tono.
—¿Sabes que sin dinero no podrás hacerte un tatuaje? — arremeto.
—¿Y tú sabes que si solo trabajas no podrás hacer lo que de verdad quieres? 
me quedo en silencio sin saber cómo replicar aquello.
— Existen prioridades — señalo.
— Pero también sueños. 
— Los sueños no te llevarán muy lejos — menciono lo obvio.
— Por pensamientos así es que aún nos encontramos aquí
— Sabes que puedes irte cuando quieras, ¿verdad? 
— ¿Y tú sabes que no puedo hacerlo sin ti? 
— ¡Claro que lo sé!  
Desde el día que nos sometieron a este enclaustro sabía que para poder salir debía hacer su voluntad y renunciar a la mía, pero es algo difícil de hacer cuando lo que ella me propone es una aventura en la que no hay nada seguro. 
—Eres una cobarde, tu falta de valor nos condenará a morir así. Con razón estamos viviendo como fantasmas, somos un remedo de existencia en un mundo lleno de posibilidades. 
— ¡Suficiente! — me acerco a ella y la miró directo a los ojos, es como mirarnos en un espejo —Y tú eres una ilusa al que el mundo se comerá viva, no olvides que es por ti que estamos aquí. 
El rictus despectivo que nace en mi cara se refleja en el espejo como un grito de guerra y sé, automáticamente, que de este presidio solo saldrá una.

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