El punto
Danny Orellana
Tardé más de dos años para darme cuenta que no soy feliz, lo admito, no soy feliz, tristemente no lo sabía hasta aquella noche en la que creí que por fin pude conciliar el sueño; tras tantas madrugadas perdiendo el tiempo, mirando la azotea, contemplando la nada…
Recuerdo que en medio del silencio las gotas de lluvia golpeaban el tejado y poco a poco me iba quedando dormida, al cerrar mis ojos la oscuridad me invitaba a mirar lo que durante ese tiempo ha existido en mi mente, veía un punto sumamente apagado de color negro que se desprendía de un lado a otro dejando una estela, instantáneamente abrí los ojos de manera precipitada y, comprendí que esa debe ser la línea que afirman ver las personas que han optado al suicidio: la famosa “línea de la desesperación”.
Me dio terror pensar eso, lo digo porque he conocido a varias personas que han sido vencidas fácilmente por sus pensamientos; los que se encuentran mezclados al rechazo, la inseguridad, la falta de amor y desde luego los que viven en eterna soledad. Aquellos dicen ver ese punto de manera constante y una vez que clavan la mirada en él no los deja en paz, deambula de un lado a otro molestando de la única manera que sabe; aparecer, nublar y contaminar cada idea. Según dicen es imposible no dejar de seguirlo con la mirada.
Admito también que he pensado en el suicidio más de una vez, desde que era una adolescente, absurdamente quería desaparecer de este mundo y terminar con todos los problemas, sin embargo, no he tenido las agallas para hacerlo, por cosas como estas: siento que no sirvo para nada. Cierto día pensé en irme lejos de casa con dirección a las montañas, caminar sin rumbo hasta encontrarme con lagunas, atarme una enorme piedra al cuello, lanzarla lejos y sumergirme junto con ella en la profundidad del olvido, tal vez, hubiese servido de algo como alimento para peces y todo ser vivo acuático que estime una rosada y delicada piel.
Soñaba mucho en ese entonces, hasta ahora lo hago, lo malo es que siempre que expando mi mente atraigo cosas negativas, creo tenerlo todo; una casa, una familia, un esposo amoroso, dos hermosos hijos, una mascota, pero lo que me concierne en lo más profundo de mi ser es el sentimiento constante de que algo me falta, no sé en realidad lo que es. Si tan solo pudiera saber qué es lo que falta, quizá la última pieza del rompecabezas, pensar que estoy incompleta no me deja estar tranquila ni de día ni de noche.
La última vez que vi ese estúpido punto aluciné fue como si alguien me hubiese inyectado un tipo de droga directamente en el iris, no pude dormir en toda la noche, sentía que algo me perforaba los ojos y esa falencia dolorosamente crecía desde el centro del pecho, arrebató mi sistema nervioso haciéndome perder la estabilidad. Aquella noche volví a comprobar lo infeliz que era, realmente estaba perdiendo la batalla, fueron las horas más duras de mi vida, siento coraje conmigo misma por ser tan débil y de tanto darle vueltas al asunto terminé recibiéndolo como invitado de honor en mi cerebro, automáticamente mis párpados se abrazaron fuertemente mientras el corazón se me hacía cada vez más pequeño. El punto jugaba conmigo como si fuera una muñeca de trapo, subía y bajaba desde el pecho hasta la mollera, en el camino iba raspando las paredes de mi garganta y la voz no me salía. Llegó un momento de calma: flotaba en la oscuridad. Quise abrir los ojos para observar la realidad, pero me di cuenta de que me había explotado la cabeza.
De pronto, a lo lejos se divisaba un punto ya no como el de siempre, este era diferente emanaba calma y tranquilidad, su aspecto era una luz de color muy brillante, pero nada ofensivo a la vista humana. El prisma acorde iba avanzando crecía lentamente hasta llegar a cubrir por completo los restos de mi cuerpo, luego se apagaron las luces como si se tratara el final de una maravillosa obra de arte.
¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? No recuerdo absolutamente nada, siento que he dejado el peso de mi aletargado cuerpo, me siento bien, puedo decir que estoy tranquila y que nada me importa. Al fin me liberé de ese maldito punto que rondaba por mi cabeza todas las benditas noches, lo único raro es que no entiendo qué clase de lugar es este: no hay nadie a mi alrededor, ni una alma, solo una gran puerta que me incita a entrar.
─ Bienvenida seas mi pequeña, no te preocupes por lo que acaba de suceder, toma asiento y te cuento. Soy todo lo que has deseado con repudio estos últimos años esta vez yo no he ido a buscarte, tú sola has venido hacia mí así que prepárate porque una vez puesto los pies en este lugar ya no hay vuelta atrás. Déjame advertirte algo, temo que para ti ya no existe nada; no hay leyes ni principios, no hay voz ni derecho, se acabó la paz. Solamente te espera el dolor y la angustia, por cierto, olvidé presentarme aquí todos me conocen como Abbaddon el señor de la desesperación.