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Dolor de cabeza

Carlos Alberto Jiménez

Son las 06H00 y suena el terrible despertador. Adriana se levanta con un dolor terrible de cabeza, no tiene idea del porqué. Su mamá le sirve el desayuno.

 

—Hija, hoy es jueves, mi día preferido.

 

—Si mamá, es porque hoy está soleado.

 

A las 07H00 Adriana sube al auto de su papá para ir al colegio. En el camino, el tráfico impedía ir de manera rápida. Mientras el señor Monteros conducía, ella revisaba su mochila para asegurarse de que trajera todos los libros, sobre todo los de química.

    —Adriana… espero que hayas traído todos los libros y útiles escolares, porque de aquí no pienso regresar a casa, lo más seguro es que, una vez que te deje en la colegio, vaya directo al trabajo porque tengo reunión con los ejecutivos de mi empresa. –  le dijo con un tono de autoridad.

 

     —Tranquilo papi, te aseguro que no se me olvida nada porque anoche…. no recuerdo que pasó ayer….  – le contestó en manera de superposición antes de que el señor continúe con su gran sermón monótono  de todas la mañanas.

 

Se sentía un poco triste, el dolor de cabeza se le había pasado de manera extraña. Cerró su mochila y se puso a meditar sobre lo duro que es la vida, sobre todo la de una estudiante de secundaria. Ya habían pasado 10 minutos y recién íban a pasar el tercer semáforo. Al terminar de pasar la primera cuadra, en la esquina  de la parte izquierda se les aproxima  una furgoneta negra de manera veloz que terminó chocando el auto. Adriana sintió un golpe tan duro en la frente,  su cabeza había chocado contra el asiento de su papá, pues por descuidada no se había puesto el cinturón de seguridad. Se quedó inconsciente e inmóvil.

 

Con los ojos entreabiertos se da cuenta que  el señor Monteros tenía su cara puesta en el volante mientras su frente le sangraba. Tres sujetos se bajaron de la parte trasera de la furgoneta para sacarlos del carro, dos tomaron y sacaron al conductor   y uno, de piel canela y rostro afeminado, tomó a Adriana.  En la inconsciencia ella escuchaba a la gente diciendo:

 

 —Pero a donde los llevan, esperen a la ambulancia – escuchó la voz una señora

 

 —Ustedes quienes son para sacarlos y llevárselos – la voz fuerte de un hombre.

 

 —Tranquilos, el hombre y su hija son  mis amigos, los llevaremos al hospital, somos los responsables del choque, la culpa es nuestra. No queremos problemas con la policía ni con la justicia – dijo el hombre que cargaba entre sus brazos  a la joven para ponerla junto con su papá en la parte trasera de la furgoneta.

 

 —No necesitamos paramédicos – gritó alguien.

 

Mientras cerraban las puertas de la furgoneta, sintió que  alguien, en la oscuridad les cubría la cabeza con bolsas de tela. Se quedó inmóvil por unos minutos más. Empezó a mover sus piernas como señal de acomodándose, mientras el señor Monteros  se quejaba suavemente del dolor. Una hora después ella se despertó por los fuertes movimientos del carro, que seguramente pasaba por unos baches. Empezó a tener conciencia de lo que pasaba en ese momento, sentió un gran miedo; pero luego se tranquilizó porque estaba cerca de su padre. Momento después la furgoneta se paró e instantemente abrieron las puertas, la luz que lograron  ver a través de la tela oscura los despertaron por completo. Un sujeto muy agresivo haló de la pierna izquierda a la joven, luego la tomó entre sus brazos. No escuchó los sonidos de su papá. Ella sentía que la llevaban  a un lugar lejano a ciegas.

 

 —Estas en el infierno – escucha una voz gruesa.

 

Le destapan la cabeza a Adriana, y se quedó atónita lo que sus ojos ven. Una gran ciudad envuelta en llamas, con una temperatura muy alta, que desde el primer instante empezó a sudar.

 

 —¿Qué es lo que ha pasado?, ¿dónde estoy?, ¿quién me trajo aquí?

 

A sus espaldas le aparece don Monteros con una pistola en la mano izquierda y la frente sangrando.

 

 —Tranquila hija, jajaja…. esto no es un sueño, yo te he traído aquí, estás en el infierno. Todo esto ha sido planeado. Las autoridades políticas se han apoderado de las mentes de las personas adultas del país, nos han obligado a asesinar a nuestros hijos y familiares menores en el infierno.

 

 —¿Pero qué estás haciendo?, ¿por qué tienes esa arma?, ¿vas a matarme?...

 

 —Voy a sacrificarte hija mía por el bien del país, la tercera guerra mundial ha empezado, ha sido silenciosa.

 

 —¡Por favor no lo hagas!

 

 —Perdóname, hija, todos estamos condenados a vivir el infierno diariamente cuando se tienen a autoridades políticas corruptas y llenas de maldad. De ahora en adelante estarás condenada a vivir lo mismo.

 

Adriana no entendió lo que su padre dijo, el señor Monteros sin piedad alguna puso el arma en la cabeza de su hija y apretó el gatillo, ella había cerrado los ojos.

 

Se despierta a las 06H00 por el sonido del terrible despertador. Adriana se levanta con un dolor terrible de cabeza, no tiene idea del porqué. Su mamá le sirve el desayuno.

 

 —Hija, hoy es jueves, mi día preferido.

 

Adriana se da cuenta que no es un sueño, ella grita tormentosamente.

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